Historia
El II Congreso de obreros tipógrafos celebrado en València en 1884 concluyó con la redacción de las bases que llevarían a la creación de la Agrupación Socialista Valenciana, integrada casi en su totalidad por obreros del Arte de Imprimir. Cuatro años más tarde se celebraba en Barcelona el Congreso constituyente del PSOE, encabezado por Pablo Iglesias. En los años sucesivos el PSOE fue tomando protagonismo social, creándose agrupaciones locales al tiempo que lo hacía su militancia.
En 1898, Pablo Iglesias se presentó como candidato por València, aunque no consiguió más que 79 votos frente a los 6000 de Blasco Ibáñez revelándose la eficaz organización electoral del partido blasquista así como la todavía débil implantación del socialismo en València.
El colonialismo español había arruinado el país y había diezmado la juventud española. Delante esta situación caótica, a la que habría que añadir las reivindicaciones populares y el proceso contra algunos obreros de Barcelona acusados de terroristas, los socialistas y los republicanos encontraron el mejor caldo de cultivo para actuar conjuntamente, logrando una mayor visibilización del socialismo y del movimiento obrero. Una etapa que, sin embargo, no duraría mucho, ya que a partir de 1908 la falta de trabajo, la crisis económica y la guerra de África contribuyeron a la reducción de las distintas agrupaciones locales, que pasaron a tener menos de 30 afiliados.
No obstante, el peso de la federación valenciana fue en aumento. En las elecciones legislativas de 1918 fue elegido diputado el primer miembro del PSOE valenciano, Daniel Anguiano, y ese mismo año se reunió el XI Congreso del PSOE, del que fue vicepresidente Francisco Sanchís Pascual, importante figura del socialismo valenciano; dos sucesos que hacían prever un aumento de los socialistas en toda España. Sin embargo, en febrero de 1922 se clausuraron los locales de los sindicatos obreros y de los partidos políticos a causa de los disturbios provocados por la guerra de Marruecos y la Agrupación Socialista Valenciana no pudo participar en las elecciones municipales de ese año.
Los siete años de dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930) sumieron al partido en la clandestinidad y provocaron la vigilancia policial de algunos de los dirigentes más destacados. Para poder subsistir y mantener la relación de todos los afiliados, la Agrupación Socialista Valenciana se vio obligada a desarrollar una actividad artística y cultural al margen de la actividad política clandestina, que también se vio fuertemente mermada tras la muerte de Pablo Iglesias el 9 de diciembre de 1925.
Tras la dimisión de Primo de Rivera en 1930, se establecieron las garantías constitucionales que permitieron la celebración de unas elecciones municipales democráticas que hicieron que el 14 de abril de ese mismo año el Partido Republicano alcanzase e hiciera realidad la II República. En noviembre de 1933 se celebraron elecciones legislativas y a partir de ese momento se acentuó la lucha de tendencias entre “reformistas”, “centristas” y “caballeristas” en el partido, aunque la Asociación Socialista Valenciana en su conjunto ajustó siempre su conducta a los principios fundamentales del PSOE.
El 18 de julio, tras el levantamiento del Bando Nacional, València se mantuvo en el lado del gobierno republicano legalmente constituido, frente a la rebelión militar fascista. En agosto de 1937, delante de la conducta indisciplinada de los directivos de la Federación Socialista Valenciana, la Ejecutiva Nacional no tuvo más remedio que decidir su destitución y sustitución por el Comité de la Agrupación de València, que se hizo cargo de la Federación Socialista Valenciana el 25 de agosto. La lucha de tendencias tenía entonces su centro de acción en València, donde, además del Gobierno, se habían concentrado los principales líderes políticos.
La Agrupación de València contribuyó a la lucha antifascista durante la Guerra Civil con la presencia de muchos de sus afiliados en los frentes de combate. Los tres últimos meses de la República fueron tiempos dramáticos. Los reveses en el campo de batalla, la caída de Cataluña, la hostilidad entre los partidarios de resistir y los entreguistas presagiaban un final indigno para la causa republicana.